sábado, 30 de octubre de 2010

El cine y las matemáticas


El cine es una fuente inagotable de información, un medio sin parangón para la difusión de cultura, y, como no hay nada perfecto, lamentablemente también a veces suele fomentar algún que otro valor no tan deseable. Pero entre otras cosas, el cine nos enseña historia, literatura, arte, y por supuesto ciencia; nos proporciona vocabulario, nos permite “viajar” (incluso al pasado y al futuro) sin movernos de nuestra ciudad; es una ventana abierta a millones de vidas que pueden ser para nosotros modelo a seguir o ejemplo de lo que queremos o debemos ser. Para los niños y niñas de muchas generaciones fue un vivero de héroes y heroínas que acertaron a activar su imaginación infantil, procurándoles una gran cantidad de ideas para poner en práctica en sus juegos cotidianos. ¿Quién no jugó a ser Supermán o trató de emular a John Wayne? Por otra parte, el cine posee la gran ventaja de que es un arte de fácil acceso, que llega a todo el mundo, sin distinción de edad, raza o cualquier otra característica que pueda suponer una diferencia entre culturas o personas, ya que no en vano existe una frase muy popular que pone de manifiesto su valor: “Más vale una imagen que mil palabras”.
Bien cierto es que, como todo en la vida, es necesario evaluarlo con espíritu crítico y analítico, filtrando lo bueno de lo malo, la mena de la ganga, lo artístico de lo mediocre, aunque todos estos conceptos han de ser pasados inevitablemente por la criba de nuestros gustos y percepciones, así como por la ineludible carga de nuestro propio bagaje cultural que nos impide ser objetivos de un modo absoluto en todos nuestros juicios, pero es importante tener nuestras propias opiniones y reflexionar tras el visionado de una película para preguntarnos cual fue la impronta que ésta dejó en nuestro espíritu, qué cantidad de sensaciones provocó, e introducirla o no en el baúl de nuestros más queridos recuerdos que conservaremos en nuestro cerebro durante toda la vida como una imperecedera joya. ¿Quién no vio una película que jamás olvidó? ¿Y cuántas pasan ante nuestros ojos sin pena ni gloria? Pero también de las películas de calidad cuestionable siempre nos queda algo: esa sensación, ese prurito, esa frase, esa idea alojada en nuestro subconsciente que al fin y al cabo también forma parte de nosotros.
Pero para que se produzca este proceso de selección tenemos que disponer de un catálogo, un listado, la oportunidad de visionar esas imágenes que nos harán disfrutar, que nos ayudarán a ser unas personas más preparadas, más cultas, más enriquecedoras para nosotros mismos y para quiénes nos rodean. Esta selección, esta muestra, debiera ser una de las labores de nuestros docentes como divulgadores de conocimiento, como heraldos de sabiduría, aunque lamentablemente mi experiencia me demuestra que se suele abusar en exceso de la pizarra y no dedicar demasiado tiempo a poner al alcance de nuestros jóvenes gran parte de este material, ya no sólo en las Ciencias, sino en cualquier otra disciplina.
No faltan películas dedicadas a las Ciencias, y en particular a las matemáticas, bien en formato documental o en producciones para el cine comercial y de entretenimiento.

Es obligado comentar que en la gran mayoría de películas en las que las matemáticas forman parte del guión se presentan de modos diferentes, según la mayor o menor importancia que la trama les conceda. Exceptuando muy pocos casos, las matemáticas en el cine se utilizan básicamente con los siguientes fines: En primer lugar para proporcionarle al protagonista una personalidad débil, cartesiana, con un mundo interior completamente dominado por la lógica, sin dejar ninguna puerta abierta a otros aspectos de la vida que no estén controlados por el intelecto, donde las emociones sucumben ante la razón; un tópico más que el cine es pródigo en fomentar como tantos otros: el matemático despistado, sumido en sus pensamientos, ajeno a lo que lo rodea y con un coeficiente intelectual muy por encima del resto de los mortales.
En otras ocasiones, por el contrario, las matemáticas sirven para poner de relieve diferencias, para destacar al protagonista por encima del resto de los personajes, como si su capacidad para la comprensión y desarrollo de esta ciencia, su visión del mundo, lo convirtiese en una especie de superhéroe intelectual, del mismo modo que una buena musculatura se nos antoja necesaria para dar realce y credibilidad a la fuerza física de los protagonistas de las películas de acción. Jamás hemos visto a Tarzán con gafas o resolviendo un problema de lógica por sencillo que fuese, ni a un matemático con unos buenos bíceps, a no ser que traten de ser parodiados tratando de huir siempre de los estereotipos; sin embargo, aunque seguro que las hay, no conozco o no recuerdo ninguna película donde se transgredan los roles de ese modo. El conocido actor Arnold Schwarzenegger jamás daría el perfil de matemático, sin embargo sería más verosímil interpretado por un Dustin Hoffman o un Woody Allen.
Y por último, no podía faltar el científico loco, aunque éste suele ser generalmente un médico (Frankenstein, Dr. Jeckyll) o un físico inventor de la imposible máquina del tiempo, o el químico que utiliza sus conocimientos al servicio del mal o a hacer realidad un sueño imposible, como en El increible hombre menguante, El hombre con rayos X en los ojos… y tantas otras. El matemático suele ser el teórico y sus descubrimientos se reducen a la pizarra, para que sean otros quienes los lleven a la práctica.
En definitiva, como hemos expuesto, el rol del matemático en el cine sirve, la mayoría de las veces, para dos fines completamente opuestos, pero perfecta y paradójicamente compatibles: el enano físico y el gigante mental. Menos pródiga es la figura del gran profesor y del matemático loco, aunque también está presente en alguna que otra película. En cualquier caso, para bien o para mal, siempre acaban siendo protagonistas.

        Obviamente no es aquí el lugar para establecer una relación de cintas ya que tendría para un tratado si me refiriese a todas las películas que de algún modo presentan la Ciencia como protagonista o como decorado.
 Existen obras que estudian la relación entre el séptimo arte y las ciencias. En particular no puedo dejar de citar, para aquellos lectores que quieran ahondar más en el tema, el excelente libro Las matemáticas en el cine de Alfonso Población Saéz, publicado bajo los auspicios editoriales de la Real Sociedad Matemática Española en el año 2006.

Resulta una experiencia gratificante explicar a mi alumnado un ejercicio de probabilidad o un acertijo lógico remitiéndome a algo más atractivo que un libro de texto, es decir a una buena película.
Soy de la opinión de que la historia de la Ciencia es una parte importantísima de la historia de la Humanidad y nuestros jóvenes adolecen, por los programas educativos que a veces son tan constreñidos, de una falta de cultura en muchos ámbitos, pero en el científico es más notable; podrán manejar con soltura una calculadora pero no saben quien es Alan Turing; sabrán la formula de la gravitación universal pero Newton no es más que un nombre para ellos; sabrán que Edison fue un gran inventor, pero seguramente no habrán visto los films El joven Edison y Edison hombre.
 Por último, no debemos olvidar que las matemáticas y la música son los dos únicos lenguajes universales (el esperanto fue un intento fallido) y es importantísimo potenciar ambos; y ya no sólo en la ciencia, sino en lo referente a cualquier aspecto de la docencia, hoy en día tenemos toda la tecnología a nuestro alcance para divulgar todo ese conocimiento, siendo el cine un elemento más. ¡Utilicémoslo!


José M. Ramos González
Pontevedra, Abril 2010