viernes, 29 de octubre de 2010

La herencia del viento

Evolucionistas versus creacionistas


"La herencia del viento". Así se titula la extraordinaria película que enfrenta a las dos teorías que más controversias han suscitado. Diferencias insalvables que todavía siguen latentes en algunos ámbitos desde que Darwin escribió su célebre libro La Evolución de las especies que tantas ampollas levantó entre los creyentes más fervientes de todo el mundo. Al no leerlo ni comprenderlo lo resumían todo a un único y escandaloso postulado: “El hombre desciende del mono”, contradiciendo la creencia tan arraigada a lo largo de los tiempos de que el hombre es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, tal y como revela El libro del Génesis en el Antiguo Testamento. La Biblia era interpretada textualmente ya que la palabra de Dios no podía prestarse a ambigüedades.
Para los fanáticos religiosos La Evolución de las Especies era obra de un loco, un pagano, un hereje, mientras que la Biblia era la palabra de Dios revelada a los hombres, por lo tanto cualquier comparativa resultaba vana e incluso sacrílega. Imaginemos el dificil camino recorrido por los primeros audaces que pretendieron conciliar ambas obras.
El debate entre creacionistas y evolucionistas parece hoy en día perdido para los primeros, debido sobre todo a lo que en los últimos siglos la Ciencia y la Tecnología nos han aportado. La Iglesia Católica ha reivindicado las teorías de Darwin como compatibles con el relato de la Creación y, un poco a regañadientes, ha pedido perdón; reconoció sus errores por arbitrarias excomuniones, siendo la más célebre la de Galileo; trató de adaptarse a los tiempos modernos y conservar en su seno a los creyentes en Dios y los adeptos a los avances científicos que a la sazón eran muchos. Pero no hace muchos años el debate era tan estéril como apasionante debido a los argumentos de unos y otros, e imposible cambiar de bando ante la firmeza de las convicciones. 
Tras las guerras religiosas que tanta sangre derramaron como las Cruzadas o la guerra de los Cien Años, y una vez que la Inquisición afortunadamente pasó a mejor vida y dejó de quemar herejes, la fe y la razón  se enfrentaron y continúan enzarzados en el campo de batalla de una dialéctica no exenta de intolerancia, intereses y sobre todo oídos sordos; en  definitiva, una prueba más de la torpeza y debilidad de la la humanidad. Al margen de esta disputa vamos a dejar las guerras santas que todavía hoy tanta sangre derraman en nombre de Dios y provocadas por el odio y la intolerancia más que por la fe.
En el año 1925, el Estado de Tennessee aprobó una ley que prohibía enseñar en las escuelas públicas cualquier teoría que estuviese en contra de la creación de la vida tal como aparece en la Biblia. J. T. Scopes, un profesor de instituto, decide enfrentarse a la nueva ley provocando el consiguiente escándalo en la opinión pública más conservadora.
J. T. Scopes es acusado por un grupo de “ciudadanos concienciados” de enseñar evolucionismo en sus aulas y por tanto de transgredir la ley, lo que lo lleva a los tribunales donde el proceso es muy seguido con interés por todos los medios de comunicación del país ante lo insólito del mismo.
Hasta aquí los hechos reales.

En el año 1960, Stanley Kramer dirigió la película Inherit the Wind, titulada en español La herencia del viento y que lleva al celuloide el juicio al que fue sometido el profesor J.T. Scopes (en la película llamado Bertrand Kates e interpretado por Dick York), con una magistral actuación como abogado de la defensa de Henry Drummond (Spencer Tracy) y del fiscal procreacionista y ultraconservador Matthew Harrison Brady (Fredric March)
Toda la película se desarrolla prácticamente en el interior de la sala del juzgado, donde se esgrimen argumentos a favor o en contra de una u otra teoría. De hecho está basada en una obra teatral y los exteriores son pocos o irrelevantes.
Siempre fui de la opinión que el título sugiere la esterilidad del debate. ¿Qué esperamos heredar del viento? Nada, aunque la película de algún modo pretende lograr algo y realmente lo consigue.
Debo poner de manifiesto que desde el primer momento la película peca en exceso de parcialidad abogando claramente por los evolucionistas, ridiculizando en varias escenas la figura del Harrison Brady, mostrándolo como un retrógrado, fanático e intolerante y a veces dándole el aspecto de un hombrecillo con actitudes seniles.
Lo que nos dará una clara idea de por donde discurre la película son las siguientes intervenciones:
El fiscal Brady, tras interrogar a un alumno de Kates, afirma:

 “Es evidente que los miembros del jurado han percibido en este muchacho que sufre un trágico confusionismo. Se le ha dicho que ha evolucionado de un animal envuelto en vil fango y sucio cieno. Estos detractores de la Biblia, estos evolucionistas son transmisores de veneno, y la legislatura de este Estado soberano ha tenido la sabiduría de obligar que los productos venenosos, embotellados o en libros, indiquen en sus etiquetas el producto que intentan vender. Sostengo que si esta ley no se respeta, este muchacho formará parte de los que han perdido la fe gracias a la enseñanza atea, pero si el rigor de la ley no se aplica en el caso de Bertran Kates, los creyentes del mundo entero que están pendientes de nosotros y escuchan nuestras palabras, gritarán juntos: “Bendito sea el tribunal”.

El abogado intenta llamar al estrado a científicos reputados en campos tales como la Geología, la Zoología, la Paleontología, etc., pero ante la protesta del fiscal, tildándolos de científicos agnósticos, el juez no permite sus testimonios por irrelevantes en el caso. Ante tal flagrante injusticia el abogado explota en un arranque de ira y manifiesta:

Creo que a mi cliente ya lo han declarado culpable. Si cogen una ley como la de la evolución y consideran un crimen que se  enseñe en las escuelas públicas, luego lo será en las privadas y mañana leer sobre ella y después prohibir periódicos y libros, y luego enfrentar católicos contra protestantes e intentar introducir su doctrina en todas las mentes. Si son capaces de una cosa son capaces de otra y el fanatismo y la ignorancia desarrollan mucha actividad y necesita alimentarse. Y muy pronto, ondeando banderas y al son de tambores, todos iremos marcha atrás retrocediendo a las gloriosas épocas del siglo XVI cuando los fanáticos quemaban a los que se atrevían a aportar luz y conocimiento a la mente humana.

Ante la negativa del juez de permitir el testimonio de los científicos y utilizar el libro de Darwin, el abogado solicita hacer uso de la Biblia para aportar datos de vital importancia para la defensa de su cliente, haciendo comparecer al estrado al propio fiscal. Este, sorprendido de entrada lo insólito de su llamada como testigo de la defensa, se aviene a ello ya que considera que si los argumentos se basan en las Sagradas Escrituras no habrá nada que perder. Lo guía la Palabra de Dios.
Pese a su extensión, considero de gran interés para este trabajo transcribir el interrogatorio:

– Dígame señor, ¿tengo razón al afirmar que es usted una auténtica autoridad en el conocimiento de la Biblia?– le pregunta el abogado Drumont.
– No creo que sea vanagloria reconocer que he estudiado la Biblia como cualquier otro seglar y he tratado de vivir según sus preceptos. – responde con autosuficiencia Harry Drumont.
–Magnífico. Supongo que puede citarme de memoria versículos y capítulos del Génesis.
– Hay muchas partes de la Sagrada Biblia que retengo en la memoria.
– Supongo que no dirá lo mismo respecto a este otro libro (mostrándole el volumen El Origen de las Especies).
– No me interesa saber las hipótesis paganas de ese libro.
– ¿No lo ha leído?
– ¡Nunca lo leeré!
– Entonces, ¿cómo es posible que haya declarado usted una Guerra Santa contra algo que desconoce en absoluto? ¿Cómo puede estar tan seguro de que la base del conocimiento científico sistematizado en los escritos de Charles Darwin es absolutamente irreconciliable con el espíritu del Libro del Génesis?
El abogado continúa con la Biblia en la mano:
– ¿Cree usted que todo lo escrito en este libro debe interpretarse literalmente?
–Lo que viene en la Biblia debe ser aceptado como viene expresado.
–¿Qué me dice de esta parte de aquí dónde habla de que Jonás fue tragado por una ballena?
–La Biblia no dice una ballena, dice un pez grande…(risas del fiscal)
–De hecho lo que dice es “un enorme pez”…– responde el abogado sonriendo– bueno supongo que esa diferencia no tiene importancia. ¿Y que cree usted de ese relato?
– Creo en un Dios que puede crear una ballena y puede crear un hombre y hacer de ellos lo que le plazca.
–Ahora me gustaría detenerme en la historia de Josué. Josué cuando obligó al sol a detenerse. ¿Cómo experto qué me dice usted? Un buen truco, ¿no?
– Yo no cuestiono ni me río de los milagros del Señor, como lo hacen los que no tienen fe.
–¿Pero ha pensado seriamente lo que le sucedería a la Tierra si el sol permaneciera inmóvil?
– Usted podría contestar si yo lo llamara al estrado (risas del fiscal)
– Si dicen que el sol permanecía inmóvil, tenían cierta idea de que el sol giraba alrededor de la tierra…¿lo cree así? ¿ o no cree que es la tierra la que gira alrededor del sol?
– Yo tengo fe en la Biblia.
– Y no la tiene en el sistema solar.
– El sol se detuvo.
– Bien, dígame… Si Josué detuvo el sol en realidad, la tierra dejó de girar sobre su eje, los continentes chocaron unos con otros, las montañas volaron en el espacio, la tierra se convirtió en ceniza y se estrelló contra el sol. ¿Cómo no se mencionan estos pequeños detalles?
– Nunca se produjeron.
– Pero tuvieron que producirse siguiendo la ley de la naturaleza, ¿o es que tampoco cree en la ley natural, Sr. Brady? ¿Barrería también a Copérnico de las escuelas junto a Charles Darwin, anularía esa ley después de todos los adelantos científicos revelados desde Josué?
–La ley natural salió de la mente de nuestro Padre en los cielos. Puede anularla, utilizarla y cambiarla como quiera. A menudo me sorprende que ustedes, los apóstoles de la Ciencia, se nieguen a comprender una cosa tan simple.
– Bien, escuche con atención. Dice en el Génesis del 4 al 16: “Y Caín se alejó de las tierras del Señor y habitó en las tierra de Lot al Este del Edén. Y Caín conoció a su mujer. ¿De dónde diablos salió?
–¿Quién?
–La señora Caín. La mujer de Caín. Si al principio solo existían Caín y Abel, Adan y Eva, ¿de dónde salieron las otras mujeres? ¿Se ha parado a pensarlo?
– No señor, dejo que se ocupen de averiguarlo los agnósticos (risas del fiscal)
– ¿Nunca se lo ha planteado?
– No. La Biblia me convence y me basta.
– Me espanta pensar a dónde llegarían los conocimientos humanos si todos tuvieran una falta de curiosidad como la suya. En este libro habla de muchos engendros: “Y Afrasat engendró a Sheila y esta a otro y este a otro…” ¿Fueron importantes estos engendros?
– Fueron los antepasados de los hombres y mujeres de la Biblia.
–¿Y cómo producían esos engendros?
– ¿A qué se refiere?
– Me refiero a si utilizaban el mismo sistema que utilizamos hoy.
– El proceso es el mismo. No creo que en esa materia se haya mejorado mucho (risas del fiscal)
– En otras palabras, toda esa gente engendraba y venía al mundo siguiendo una ley biológica normal, lo que llamamos sexo. ¿Qué opina del sexo, coronel Brady?
–¿Con qué espíritu me formula esta pregunta?
– ¿Cómo valora la Biblia el sexo?
– Se considera como el pecado original.
–¿Y todas esas personas fueron engendradas a través de un pecado original? ¿Todos esos pecados les hicieron menos santos?
– ¿Es posible que exista algo sagrado para los reconocidos agnósticos?
– Sí. La inteligencia del individuo. En una mente infantil que es capaz de aprender la tabla de multiplicar hay más santidad que todos sus gritos (dirigiéndose al público) de amén, bendito sea y Hossana. Una idea es un monumento muy superior a una catedral. Y los progresos en el conocimiento del hombre es un milagro mayor que el de convertir a los diablos en serpientes y separar las aguas. Pero, veamos, ¿hemos de renunciar a todo progreso porque el Sr. Brady nos atemoriza con una fábula?
El abogado se dirige al jurado:
–Caballeros, el progreso nunca ha sido una ganga. Hay que pagar por él. A veces me imagino a un hombre sentado detrás de un mostrador diciendo. “ De acuerdo, le concedo a usted el teléfono, pero perderá su intimidad y el encanto de la distancia “. “Señora, podrá usted votar, pero pagando por ello; perderá usted el derecho a ocultarse detrás de una polvera o de un abanico. “Señor, puede usted conquistar el espacio, pero los pájaros perderán su misterio y las nubes olerán a gasolina”. Darwin nos colocó en la cima de una montaña y nos hizo mirar atrás para que viésemos de donde proveníamos, pero para ellos, para llegar a ese conocimiento, tenemos que perder nuestra fe en la melodiosa poesía del Génesis.
– No podemos abandonar la fe. La fe es lo más importante.
– Entonces ¿por qué nos dio Dios el poder de pensar? ¿Por qué negarle al hombre una facultad que nos sitúa por encima de todas las demás criaturas de la tierra? El poder de su mente para razonar. ¿Qué otro merito tenemos? El elefante es más grande, el caballo más veloz y mucho más fuerte, la mariposa mucho más bonita, el mosquito más prolífero e incluso la humilde esponja mucho más duradera…¿o es que la esponja piensa?
– No lo sé. Soy un hombre, no una esponja – responde el fiscal irritado. (Risas del público)
– ¿Cree usted que una esponja piensa?
– Si Dios quiere darle pensamiento a una esponja, pensará.
–¿Cree que es justo que a un hombre se le concedan los mismos privilegios que a una esponja?
– Por supuesto.
–(Dirigiéndose al acusado)  Este hombre quiere que se le concedan los mismos privilegios que a una esponja. Quiere que se le permita pensar  (aplausos de parte del público)
–Su cliente está equivocado, extraviado, no sabe por dónde anda.
– Es triste que no todos tengamos su seguridad sobre lo que es correcto y equivocado, Sr. Brady.
El abogado extrae una piedra de su cartera y la presenta al fiscal:
–¿Cuántos años cree que tiene esta piedra?
–Me interesa más la Edad de piedra que la edad de las piedras (risas del fiscal)
– El Dr. Page del Overling College me ha dicho que tiene por lo menos diez millones de años.
– Bueno, bueno…Coronel Dromon, por fin ha podido introducir un pequeño testimonio científico.
–Escuche Sr. Brady – dice el abogado mostrándole la piedra – estos son fósiles de una criatura marina encontrada aquí en este Estado, que vivió hace millones de años, cuando todas estas montañas se hallaban bajo las aguas.
– Ya lo sé. La Biblia habla ampliamente de las mareas, pero el profesor está confundido con las fechas. Esa piedra no tiene más de 6000 años.
–¿Cómo lo sabe?
– Un profesor de la Biblia, el obispo Hosser, ha determinado con exactitud la fecha y hora de la Creación: Fue en el año 4004 antes de Cristo.
– Bueno… eso en opinión del obispo Hosser.
– No. Es un hecho comprobado al que llegó el señor obispo después de minuciosos estudios sobre la edad de los profetas según consta en el Antiguo Testamento. Concretando, el Señor inició la Obra de la Creación el 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo, a las 9 de la mañana.
– ¿En hora oficial del Este o en hora de las montañas rocosas? Porque ¿no estará medido en hora solar verdad?, porque el Señor no creo el sol hasta el cuarto día.
– Exactamente
– ¿Y ese primer día cuantas horas tendría? ¿Veinticuatro horas?
–La Biblia habla de un día.
– Bueno, no existía el sol, ¿cómo podemos saber cuanto duraba ese día?
–La Biblia dice un día.
–Y se refiere a un día normal, a un día de veinticuatro horas.
– No lo sé.
–¿Y usted qué piensa?
–No pienso sobre cosas que no me preocupan.
– ¿Nunca piensa sobre las cosas que no le preocupan? ¿No es posible que pudiesen haber sido 25 horas? No había nada para poder medirlo es imposible saberlo. ¿Podía el día tener 25 horas?
– Es posible.
– Entonces, usted interpreta que el primer día, tal como consta en el Génesis, pudo tener duración in… de… ter… mi… na… da.
– Lo único que digo es que no es necesario que el día constara de 24 horas.
– Podrían ser 30 horas, podía haber sido una semana, o pudo ser un mes, o pudo ser un año, pudieron ser cientos de años o pudieron ser millones de años.
(el ayudante del fiscal protesta, exigiendo saber que intenta demostrar el abogado con su interrogatorio)
El fiscal, todavía en el estrado responde:
–Yo les diré lo que intenta. Intenta destruir la fe que tenemos en la Biblia y en Dios.
– Eso no es cierto y usted lo sabe…La Biblia es un libro, y un buen libro, pero no el único libro.
– Es la palabra revelada de Dios Todopoderoso transmitida a los hombres que la escribieron.
– ¿Cómo sabe usted que Dios no le habló a Charles Darwin?
– Lo sé porque Dios me dice que me oponga a las enseñanzas de ese hombre.
– ¿Dios habla con usted?
– Sí.
– ¿Le dice lo que es bueno o malo?
– Sí.
– Y usted actúa de acuerdo con ello?
– Sí.
– De modo que usted, Mathew Harrison Brady, cuando habla, cuando legisla, cuando lo que sea, no es más que un simple transmisor de las órdenes de Dios al resto del mundo… Vaya (dirigiéndose al jurado) les presento al profeta de Nebraska, caballeros.
–Yo no, yo no…– intenta protestar Brady.
– ¿Es así, verdad? Dios le dice a Brady lo que es bueno, y estar en contra de Brady es estar en contra de Dios.
– No. Cada hombre es un ser libre.
– ¿Entonces ¿qué hace Bert Keats en la cárcel de Hilsborouh? Supongamos que el Sr. Keats tuviera el poder y la fuerza suficientes para presentar una ley en nuestra legislatura que dijera que sólo Darwin debiera enseñarse en las escuelas.
– Ridículo, ridículo. Sólo existe una verdad en el mundo.
– ¿El Evangelio, verdad? El Evangelio según Brady. Dios le habla a Brady y Brady lo repite al mundo. Brady, Brady, Brady todopoderoso.
– El Señor es mi fuerza.
– Suponga que una persona de menor categoría, suponga que un Keats o un Darwin tuviera la audacia de pensar que Dios le habla. ¿Seguiría siendo sagrado lo que le dice a Brady? ¿Tiene que ir a la cárcel una persona porque discrepa del autoproclamado profeta? Desechen el Pentateuco, escurrámonos lentamente entre los Números y el Deuteronomio… El testigo puede retirarse.

El fiscal Brady, en un intento desesperado de defender sus argumentos, se levanta del estrado y comienza a enumerar todos los libros de la Biblia en los que cree. El juez suspende la sesión ante un significativo silencio del público que ve como Brady pierde los papeles en su excitación.
Al día siguiente el veredicto del jurado es unánime: Bertrand Kates es declarado culpable, pero el juez le impone una multa de 100 dólares. El fiscal se indigna ante tan ridícula condena y el abogado manifiesta que no piensa pagar un solo dólar ya que recurrirá ante el Tribunal Supremo, dándose por acabado el juicio. El fiscal Brady, muere de un infarto mientras trata de dar un vehemente y excéntrico discurso que a nadie interesa.
El final de la película es muy significativo y ciertamente lo mejor.
Cuando el abogado de la defensa se queda solo en la sala, toma el libro de Darwin de su mesa y la Biblia, sopesa ambos y con una sonrisa de condescendencia guarda los dos volúmenes bajo el brazo y se dirige a la salida. Escena final que trata de poner de manifiesto la reconciliación de dos teorías durante tantos años enfrentadas.
Película excelente, si bien  hay que reprocharle una excesiva parcialidad hacia la tesis evolucionista, desacreditanto los argumentos de los contrincantes creacionistas que salen con la ventaja del apoyo popular de una población de fanáticos religiosos. La película ridiculiza exageradamente la figura del fiscal Brady, en contraposición a un abogado equilibrado, irónico y al mismo tiempo bonachón que finalmente resulta ser un creyente, interpretado magistralmente por un gran Spencer Tracy.

Pontevedra, 31 de octubre de 2010
José Manuel Ramos González